En Génesis, se observa que desde el principio, la intención de Dios era compartir con el ser humano en el huerto del Edén, ese lugar especial que Él había creado y la Biblia dice que el Señor se paseaba en ese lugar junto con su creación. Cuando leemos esos pasajes, Adán y Eva estaban disfrutando de la Presencia y Gloria de Dios, de lo que se había hecho para ellos. Pero posteriormente, ellos pecan y se rompe la relación tan especial que tenían con Dios, a tal punto que después, se tenía relación con Él a través de altares y ofrendas; viene el Señor Jesucristo con el propósito de morir por nosotros, como nuestro Salvador y es allí se vuelve a restaurar la relación, directamente, de tal cuenta que ahora tenemos acceso al Lugar Santísimo.
Hoy tenemos el privilegio de disfrutar de una relación nueva, perfecta, poderosa, sobrenatural con nuestro Dios, pero que muchas veces no aprovechamos.
Hebreos 10:19-22: “Hermanos, la sangre de Jesús derramó al morir nos permite ahora tener amistad con Dios y entrar con toda libertad al lugar más santo. Pues cuando Jesús murió, abrió la cortina que nos impedía el paso. Pero ahora Jesús está vivo, y por medio de él podemos acercarnos a Dios de un modo nuevo y distinto. Él es nuestro gran sacerdote, encargado del santuario que está en el cielo. Por eso, mantengamos una amistad sincera con Dios, teniendo la plena seguridad de que podemos confiar en él. Porque Cristo nos dejó limpios de pecado, como si nos hubiera lavado con agua pura, y ya estamos libres de culpa.”
Tenemos claro que ya Cristo murió por nosotros y que por su sacrificio, podemos entrar a ese lugar, fuimos perdonados y limpios.
Hay dentro de la sociedad, cuatro espíritus bien enfocados, pero debemos identificar qué es lo que quiere estorbar nuestra relación con Dios:
1. El espíritu de intelectualismo. No se trata de no prepararse, el problema, es que hoy en día todos quieren tener un grado y ser reconocidos por ese grado académico. Esto no es malo, de hecho, es muy importante que nos preparemos y estudiemos; el problema es que este espíritu quiere ocupar el primer lugar en nuestra vida. La Biblia dice que para todo hay tiempo: para estudiar, para trabajar, pero el tiempo más importante es el tiempo para buscar a Dios. El tiempo más lindo en la vida del ser humano es el que dedica a la búsqueda del Señor. Es importante prepararse académicamente, pero no debemos dejar que el estudio nos robe el tiempo que dedicamos a Dios.
Cuando yo estudiaba mi carrera, en lo último que yo pensaba era en buscar a Dios. Me fue muy bien, pero yo creo que lo hacía para no atrasarme. Terminé la carrera, pero hubo muchas oportunidades de parte de Dios en ese tiempo, para servirle, y yo las perdí, porque yo me decía “tengo que salir”, de manera que rechacé privilegios, servir a Dios; lo hacíamos al estilo “light”, sólo de domingos. Entre semana, a veces el trabajo me absorbía en época alta, de manera que debía salir de casa a las cinco de la mañana y regresaba a las once de la noche, recuerdo que le pedía a Dios que me permitiera recordar lo que estudiaba; pensaba que aún tenía un par de horas y estudiaba. Pero, ¿a qué hora buscaba de Dios? ¿Cuándo me acercaba y le preguntaba qué era lo que Él quería para mí? ¿Qué es lo que viene? ¿Qué es lo que tengo que hacer? ¿Para dónde voy a llevar mi vida? Nada. ¿Por qué? Porque el estudio, en una época de mi vida, pasó a ser el número uno. Tenemos que tener cuidado con eso.
2. El espíritu de autoritarismo. A veces, en nuestro lugar de trabajo podemos caer en el error de ser autoritarios; Dios nos ha llamado a influenciar por lo que nosotros somos y tenemos, no por la posición. El autoritarismo en el Reino de Dios no funciona, sino la influencia a través de lo que nosotros tenemos de Dios en nuestra vida. Tengamos cuidado. El autoritarismo tampoco funciona en la familia, sino el carácter del Señor en nosotros. Eso es lo que impresiona a los hijos y lo que los atrae hacia los padres. A veces caemos en el error de creer que “como lo sabemos todo, tenemos autoridad”, pero eso no es cierto, Dios es el que nos da la autoridad. En el libro de Marcos leemos que cuando Jesús empezó su ministerio, cuando entró en la sinagoga y enseñó, la gente se preguntaba “¿Cuál es esta nueva prédica, qué es este nuevo mensaje? ¿Qué es esta nueva palabra? Con autoridad” reconocieron la autoridad de Dios, sin necesidad de anuncios previos, simplemente Jesús llegó y empezó a hablar, porque traía esa unción, esa autoridad del reino.
3. El espíritu de Jezabel. Incide en las personas a nuestro alrededor, quienes se convierten en tropiezo en nuestra vida. El espíritu de Jezabel es un espíritu de manipulación; tiene relación con muchas áreas de nuestra vida. Algo muy importante a tener en cuenta, es que no debemos dejar que nadie nos manipule. La Biblia dice que nosotros somos guiados por el Espíritu Santo, Él nos va a guiar a toda verdad y a toda justicia, por lo tanto, ni yo puedo manipular a mi esposa, ni mi esposa a mí; ni nosotros como padres vamos a manipular a nuestros hijos. Nosotros tenemos autoridad de Dios sobre las personas a nuestro alrededor, pero no le vamos a manipular ni sentimientos, su vida, con tal de que hagan lo que nosotros necesitamos. El espíritu de manipulación se está manifestando mucho hoy en día, en todas las esferas a nivel social, es tan común y tan peligroso, manipular sentimientos, manipular a las personas. Nosotros tenemos que saber quiénes somos en Cristo, cuánto valemos, quiénes somos y cuál es nuestra misión en esta tierra.
4. El espíritu de Mamón. Se refiere a las finanzas. Dios ha puesto el dinero en nuestras manos, es la recompensa de nuestro esfuerzo y responsabilidad en el trabajo y nos lo ha dado para administrarlo, pero es importante que no dejemos que el dinero nos maneje. A veces estamos más preocupados de la fecha de vencimiento del pago de alguno de los servicios de la casa, no así en las responsabilidades que tenemos para con la obra del Señor, y es allí donde debemos tener cuidado, pues es donde podemos ver quién es el dios de nuestra vida y quién nos está dando las directrices para conducirnos. Así como nos preocupamos por el pago de los servicios de la casa, así debemos preocuparnos cuando debemos darle algo a Dios. No dejemos que el espíritu de Mamón gobierne nuestra vida. No le tengamos miedo a tener dinero y hacer dinero, a prosperar, pero no dejemos que el dinero nos enceguezca y se convierta en nuestro dios.
Tres puntos para restaurar nuestra amistad con Dios
a. Vuelva a creerle a Dios con todo su corazón.
En Hebreos 6:4-6, leemos: “Pero los que dejan de creer en Cristo ya no pueden volver a ser amigos de Dios. Aunque alguna vez hayan creído que el mensaje de Dios es la verdad, y con gusto lo hayan recibido como un regalo… si dejan de creer en Cristo, lo que habrán hecho será volverlo a clavar en la cruz y burlarse de él ante todo el mundo.”
Cuando dejamos de creer en Dios, es como que volviéramos a clavar a Jesús en la cruz, como si nos burláramos de él. Debemos creer con todo nuestro corazón, que Él hará cosas extraordinarias, y volver a retomar esa gran fe que tuvimos en algún tiempo, que probablemente esté menguando por alguno de los espíritus que mencionamos antes. Hoy volveremos a creerle a Dios, y usted se levantará con una fe mayor que la anterior; Él podrá hacer cosas mayores en nuestra vida, cuando le volvamos a creer.
Así como un hijo le cree totalmente a su padre, así nosotros debemos creerle a Dios. Ese es el primer paso, porque entonces, ¿cómo podríamos tener una relación más íntima con Él, si no le creemos? Porque hay personas que oran, pero no creen que Dios esté allí, escuchándoles; hay personas que leen la Biblia, pero no creen que es de Dios lo que allí dice; gente que recibe milagros, ¡pero no se los atribuyen a Dios!
¿Por qué no creemos que Dios nos está hablando? Dios quiere una iglesia que sepa relacionarse y que tenga una amistad con Él, porque si no le creemos a Dios, ¿a quién le vamos a creer?
b. Mate su naturaleza terrenal.
En el capítulo tres, el apóstol Pablo les escribe a los Colosenses: “Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios… Cuando Cristo, que es la vida en ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifiestos con él en gloria. Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal, inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos, avaricia, la cual es idolatría. Por estas cosas viene el castigo de Dios. Ustedes las practicaban en otro tiempo, cuando vivían en ellas, pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno, dejen de mentirse los unos a los otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, se han puesto de la nueva naturaleza que se va renovando en conocimiento e imagen del Creador.”
El ser humano es por naturaleza pecador. El apóstol Pablo le dice a los Colosenses que deben morir a la naturaleza terrenal. Si mentíamos antes de conocer al Señor, no lo hagamos más: matemos a la mentira, pues de lo contrario, vendrá un castigo de Dios. Pero si abandonamos esas prácticas, viene una renovación del Creador, renovación del entendimiento a través de la lectura de la Palabra, de un mensaje de un siervo de Dios, por radio o televisión, a quienes Él utiliza como vasos para edificación. Debemos entender que podemos dejar esa naturaleza terrenal, no sólo por voluntad propia, sino la única forma de salir de ese estado, es poniéndonos delante de Dios, creyéndole a Él y pedirle que nos de esa nueva vestidura, y que nos ayude a dejar todas estas acciones propias de nuestra naturaleza, pero que además, renueve nuestro entendimiento, pues en tanto nuestra forma de pensar no sea cambiada, no habrá ningún cambio en nuestras acciones y no podremos desarrollar nuestro ministerio.
Un buen ejemplo, es la vida de Pedro. Aún mientras andaba con Jesús, su vieja vestidura se vio reflejada en ciertos momentos y cometió graves errores, como al negar a Jesús y como consecuencia de ello, lloró amargamente; pero después, en el libro de los Hechos, lo vemos ungido, transformado por el Espíritu Santo, siendo un vaso e instrumento poderoso de Dios.
En el versículo 12 de la carta a los Colosenses, Pablo les sigue escribiendo: “Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de afecto entrañable, de bondad, de humildad, de amabilidad y de paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra el otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes, por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto, que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo y sean agradecidos.”
Vestirse es lo que se ve. Pablo dice que como escogidos de Dios, es necesario que se note en nuestras actitudes. En este pasaje está claro todo lo que debemos hacer para restaurar nuestra amistad con Dios: morir a nuestra naturaleza terrenal, es decir, ser santos, para ver con más frecuencia al Señor. En la medida en que busquemos la santidad, podremos ser vasos más útiles para el reino de Dios y veremos la gloria de Él.
c. Luchar por crecer en las cosas que le agradan a Dios.
Tesalonisenses 4:1: “Por lo demás, hermanos, les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús que sigan progresando en el modo de vivir que le agrada a Dios, tal como lo aprendieron de nosotros.”
En la medida en la que hagamos la voluntad de Dios, nuestra relación con Él irá mejorando cada vez más y seremos sus amigos. El apóstol Pablo recomienda “sigan progresando en el modo de vivir que le agrada a Dios”, tal vez creemos que hemos crecido porque hemos escuchado la Palabra y hemos leído la Biblia, pero ¿y qué hay de las actitudes? Porque de nada sirve que sepamos la Biblia de memoria, si en los momentos de adversidad no sale a relucir lo que hemos aprendido y no lo ponemos en práctica. Debemos buscar el crecimiento y tratar de parecernos cada vez más a Jesús. Lo veremos cuando la gente a nuestro alrededor note el cambio de actitudes en nuestra vida: si antes mentíamos, peleábamos, maldecíamos, éramos abusivos, no lo haremos más. Eso mostrará nuestro progreso e impresionará a Dios.
Cuando Pablo tiene el encuentro con Jesús en Damasco, luego de ello, él inmediatamente se levantó a servir y proclamar el Reino de Dios. Después de que él cree y mató a su naturaleza, se levantó y hace lo que Dios le mandó a hacer: predicar. A partir de allí empezó el crecimiento de Pablo y fue tomado muy en cuenta por Dios, porque Pablo hacía lo que el Señor le mandó a hacer. Inclusive, es impresionante lo que hizo Pablo, comparado con los otros apósteles. Después de haberle dado muerte a aquellos que predicaban el evangelio, él se levantó y predicó y empezó a ganar almas, echando fuera demonios, proclamando el reino: creció.
En el nombre de Jesús, eso es lo que haremos nosotros: vamos a creerle más a Dios, veremos más su Gloria, pero debemos encargarnos de creerle a Dios, matar nuestra naturaleza y cuando venga el tiempo de crecimiento y el de ver Su gloria, Él nos respaldará.
Mejoremos nuestra relación con Dios.