Nosotros por naturaleza, siempre creemos en lo que vemos, incluso existe un dicho que se refiere a ello; nosotros en el Señor sabemos que Él está aquí, lo hemos sentido en nuestro corazón, sabemos que se está moviendo en medio de nosotros, sabemos que hace milagros, sabemos que hace cosas extraordinarias en nuestra vida. No lo vemos, lo sentimos. Algunos han tenido el privilegio de verlo en visión o en sueños, pero no es de todos.
Yo recuerdo en una oportunidad, en un retiro, hubo una persona que tenía aproximadamente seis meses de estar bebiendo. Nos lo llevamos y recuerdo que la noche de sábado para amanecer el domingo, nunca olvidaré que ese hombre, cuando volví y lo vi, estaba postrado en el suelo, y había un charco de lágrimas de todo lo que había llorado. De repente, vino hacia mí, me vio, me tomó fuertemente y me dijo:
“¿Sabés qué acabo de ver? ¡Acabo de ver derramando la sangre de Cristo en sus pies y hubo una voz que me dijo ‘eso lo hice por ti, hasta la última gota lo hice por ti’!” Yo pensé ¡qué visión la que acaba de tener este hombre! Acaba de atravesar una embriaguez de seis meses y aunque yo me puse un poquito celoso, le dije al Señor “¿Cómo es posible que este hombre, que viene de seis meses de beber, yo ya tengo mis buenos días de estarte sirviendo, y ahora resulta que acaba de ver, en visión, tus pies derramando la sangre y tú le dices que hasta la última gota la derramaste por él, y yo ni siquiera te he visto en un destello o una gran luz?” Nunca he tenido ese privilegio. Yo lo he sentido, me ha contestado, ha hecho milagros, ha hecho cosas grandes, pero esta persona viene y me dice que lo ha visto en visión, entonces yo me quedé sorprendido, y ¡qué privilegio! Dios le dio su milagro, le dio su oportunidad. Mucha gente tal vez está esperando verlo así, para creer, para volver a creer.
Pastor Rubén Reyes