Vuelve a creer

 

 

 

Volvamos a Creer en el Señor

Salmo 118:8, que es el versículo que se encuentra en la Biblia, claramente nos indica: “Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre”.

Este año queda ad hoc, igual que el ejemplo: Muchos están esperanzados en los candidatos presidenciales, ya sea por el color, por la música, por lo que se ve, al final, Dios sabe quién va a quedar. Pero nosotros debemos estar confiando todos los días de nuestra vida en el Señor, porque es mejor que confiemos en Él, pues el hombre falla.

 

Si yo les preguntara a cuántos les han fallado o los han decepcionado, les aseguro que el cien por ciento levantamos nuestras manos y decimos que sí, nos traicionaron, tal vez lo despidieron por un mentiroso, no resultó un negocio, u otras situaciones, pero Dios no falla.

Salmo 125:1-2: “Los que confían en el Señor son inconmovibles igual que el monte de Sion, permanecen para siempre. Como los montes rodean a Jerusalém, así rodea el Señor a su pueblo, ahora y siempre”

 

Si usted lee este salmo y lo hace suyo, usted lee los que confiamos en el Señor, somos inconmovibles. Otra versión de la biblia utiliza la palabra “somos constantes”, pero dese cuenta en su vida que muchas veces, nosotros caemos en ciclos. ¿No se ha topado usted con amigos o familiares que caen en ciclos? Aquellos que en determinada situación, expresan “es que ya me tocaba una época difícil” y si usted les pregunta si confían en Dios, les responden: “no, ahora confío menos que nunca”. Hay gente que vive en ciclos de pobreza, de depresión, de desánimo, de drogadicción, de alcoholismo, y cada cierto tiempo están inmersos en esa situación otra vez, engañados por el enemigo, que pone un pensamiento en la mente, la persona recuerda el pasado y hace que caiga otra vez en un ciclo. La biblia dice que son dichosos, inconmovibles los que confían en Él. Yo tengo que entender que debo confiar plenamente en Dios, porque las personas nos fallan, aún nuestra familia nos falla, pero Él jamás nos va a fallar.

 

La Palabra sigue diciendo en Salmo 27:1-3: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién le voy a temer? El Señor es el baluarte de mi vida; ¿quién podrá amedrentarme? Cuando los malvados avanzan contra mí para devorar mis carnes, cuando mis enemigos y adversarios me atacan, son ellos los que tropiezan y caen.” Este pasaje nos dice que cuando soy hijo y estoy confiando, el salmista dice “cuando mis atacantes me quieran comer” como si fueran fieras, cuando quieran destruirme, éstos van a tropezar y caer, y nos sentimos muy bien, porque es lo que pasa cuando confiamos en Dios. El versículo 3 de ese mismo salmo, continúa: “Aún cuando un ejército me asedie, no temerá mi corazón; aún cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré mi confianza”. ¿Cómo hacemos para mantener esa confianza?

 

El secreto de la confianza en Jehová radica en el deleite de la comunión con Él. Para que yo me mantenga confiado, me voy a deleitar.

Cuando decimos “el deleite de estar en Jehová”, es que me gusta estar en el Señor, cuando decimos “me deleito en Dios”, es que me gusta el tiempo de adoración, me gusta el tiempo de meditar en la Palabra, entonces mi confianza aumenta y yo estaré más tranquilo. Muchos cristianos decimos que confiamos en Dios y que nuestra vida está puesta en el Señor, pero no hay deleite en la presencia de Dios.

 

Salmo 16:11: “Me mostrarás el camino de la vida; hay gran alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto a ti”.

 

¿Por qué cuando se hacen convocatorias a reuniones de ayuno y oración, no acuden muchas personas? ¿Dónde están los que confían en Dios? La Palabra de Dios dice que hay gran alegría en su presencia, y donde la gente es convocada a ayunar, a estar metidos en Él, deberíamos de estar gozosos, pero como al cuerpo hay que doblegarlo, hay que apartar un tiempo, a veces ponemos excusas como que tenemos que hacer un negocio, que estudiar, pero la Biblia dice “hay alegría en Su presencia”.

 

Hay tres puntos clave para que nosotros sigamos creciendo y entendamos cómo mantener la confianza en el Señor.

 

Confiar: Depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, un bien, un secreto o cualquier otra cosa.