3. Tenemos que creer en la grandeza de Sus promesas.
En Mateo 28:20, el Señor nos dice “yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Estará con nosotros siempre, las veinticuatro horas del día, todos los días. A veces nos cuesta creerlo, pero si Él lo ha prometido, así es. Recordemos esa promesa cuando queramos gritar, cuando queramos pecar, porque cuando nos vienen las ganas de hacer cosas que no son correctas, pero debemos recordar siempre que Él prometió estar con nosotros todos los días. Si creemos en el sacrificio, creemos en el poder de Su nombre, creamos en sus promesas también.
En el evangelio de Juan, leemos que antes de que el Señor se fuera, dice: “yo les voy a mandar al Consolador, al Espíritu Santo”. Aquí está.
Pensemos en algo: aquí está el Espíritu Santo. Está en mi corazón, en todos lados: en nosotros, con nosotros, sobre nosotros. Cuando hacemos una convocatoria para ir a adorarlo, ¿cuál es el primer pensamiento que viene a nuestra mente y a nuestro corazón? “qué alegría es estar en la presencia de Dios”. Él estará allí, me va a ministrar, me va a llenar. ¿Por qué, entonces, nos cuesta?
El horario en que hacemos nuestras reuniones, algunas personas me dijeron que no sería posible, pues los domingos en la tarde se dedican a otras cosas, pero ¿merece el Señor que lo busquemos en todo tiempo y en todo lugar, con todo nuestro corazón? ¡Por supuesto! No pongamos “peros” entonces.
Si alguien tuvo la oportunidad de estar en el bosque de Chimaltenango, hay galeras bajo el sereno y neblina, pero a las seis de la tarde, hay cuatro galeras donde se empieza la alabanza y la adoración y a buscar a Dios, toda la noche. Predicador tras adorador, lo increíble es ver a la gente postrada en el suelo, en la tierra, buscando al Señor con todo su corazón. Ellos se deleitan y disfrutan en la presencia de Dios, en “una noche con el Señor, con mi Señor”.
Si creo en las promesas que Dios ha hecho para mi vida, seré más feliz. Él prometió estar conmigo, mandar al Consolador y hacer cosas mayores, sobrenaturales con nosotros.
La Palabra dice en Hechos 3: “Un día, cuando Pedro y Juan subían al templo para la oración de las tres de la tarde, acababan de dejar a un tullido de nacimiento, todos los días lo colocaban junto a la puerta de La Hermosa, que es una de las puertas del templo, para que pidiera limosna a los que entraban en el recinto. Cuando Pedro y Juan estaban para entrar en el templo, el hombre les pidió una limosna, Pedro con Juan a su lado, fijó en él su mirada y le dijo: Míranos, el hombre los miró esperando recibir algo, pero Pedro le dijo: No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo. En el nombre de Jesús el Nazareno, camina. Tomándolo de la mano derecha, lo levantó e inmediatamente tomaron fuerza sus tobillos y sus pies y de un salto, se puso de pie y empezó a caminar. Luego entró caminando con ellos en el recinto del templo, saltando, y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios y reconocieron ¿es el tullido que pedía limosna frente a la puerta de La Hermosa? Y quedaron sin palabras, asombrados por lo que había sucedido.”
Pedro le dice “de lo que tengo, te voy a dar” y luego dice “en el nombre de Jesús”. Hay algo que yo tengo que puedo dar, todos tenemos algo que podemos dar, porque toda la gente que no tiene el conocimiento de Jesús está tullido, esperando a ver a qué horas, alguien le dará algo. La palabra dice que los apóstoles se le quedaron viendo y Pedro le dice de lo que tengo, te voy a dar… en el nombre de Jesús… Estos hombres eran llenos del Espíritu Santo, se cumplió la palabra de Dios; tenían dones del Espíritu Santo, se cumplió la palabra de Dios; utilizaron el nombre de Jesús, se cumplió la palabra de Dios y estaban accionando. De nada sirve estar siendo llenos de la presencia del Espíritu Santo, si no accionamos. Podemos estar orando, leyendo, pero si no accionamos…
Aquellos que ya tengan o van a empezar con Casas de Amistad: tenemos algo que dar y la gente está esperando por eso, por lo que usted tiene allí dentro, recibido de Dios, pero póngase en acción a servir al Señor. Nuestra Guatemala necesita es cristianos que crean en el sacrificio, que crean en el nombre de Jesús, que sean ungidos y que entren en acción.
Pedro y Juan, en pareja. Aunque Pedro tenía problemas con su carácter cuando andaba con Jesús, pero ya en el libro de los Hechos, lo vemos renovado, su naturaleza era otra: creía en el sacrificio de Jesús, en el nombre y en lo que él tenía. Si no creemos en la promesa de Dios en nuestra vida, será muy difícil que actuemos.