Cree en las Grandezas de Jesús

 

1. Que Dios vuelva a ser el número uno en mi vida.

 

 

El mundo nos ofrece muchos distractores de lo que Dios quiere para nosotros. Muchas personas están frustradas porque Dios ha dejado de ser el número uno en sus vidas. Me gustó mucho este pasaje en el segundo libro de Samuel, porque cada vez que se menciona a David en la biblia, lo relacionamos con una persona valiente, alguien que se esforzó, sobresaliente, guerrero, ungido por Dios. Nosotros también.

 

2º Samuel 5:17: “Cuando los filisteos supieron que David ya era rey de todo Israel, se unieron para atacarlo y fueron al valle de Refaín, pero David se enteró y se fue a uno de sus refugios. Allí, consultó a Dios, si salgo a pelear contra los filisteos, ¿me ayudarás a vencerlos? Y Dios le contestó: Claro que sí, yo te ayudaré a vencerlos”.

 

Note que David tenía su ejército y su posición, pero lo primero que hace es ir a su refugio y le consulta al Señor, quien le dice que le dará la victoria. David jamás se vanaglorió, sino inmediatamente acudió al Señor.

 

Si tenemos muchos problemas, situaciones difíciles, lo primero que debemos hacer es consultar con Dios, porque de Él viene todo el conocimiento, sabiduría, Él es quien nos protege, nos guarda, nos guía. Y este hombre nos demuestra que él podía poner posición, ser ungido e inteligente, nosotros también, pero si no le consultamos antes a Dios, podemos perder la batalla. Aunque creamos que tenemos la respuesta. Lo primero que hace el hijo de Dios para empezar a ver las señales y cosas maravillosas es meterse con Dios, ir con Él y darle la prioridad a Él, preguntarle, consultarle. Es con Él a quien debemos ir. El primero es Dios. David lo demuestra aquí, fue y consultó a Dios primero.

 

2º Samuel 5:20 “Entonces David salió de Baalperazim y allí venció a los filisteos –desde el momento que fue a consultar a Dios, ya llevaba la victoria. Esa es una ventaja que tenemos como hijos de Dios- los filisteos huyeron y dejaron tirados sus ídolos, así que David y sus hombres los recogieron, a ese lugar David lo llamó Baalperazim, pues dijo: Dios es fuerte como la corriente de un río, pues me abrió el camino para vencer a mis enemigos. Pero los filisteos volvieron a atacar a David y ocuparon todo el valle de Refaim, y David volvió a consultar a Dios, y Dios le respondió: No los ataques de frente, rodéalos y atácalos por detrás. Cuando llegues a donde están los árboles de bálsamo, oirás mis pasos en la punta de los árboles, esa será la señal para que te lances al ataque. Allí me verás ir delante de ti y destruir el ejército de los filisteos”.

 

Vea que interesante. Atacó, venció, pero los filisteos volvieron y David nuevamente consulta a Dios. ¿por qué no dijo él “ya una vez Dios me dio la victoria”, sino que consultó otra vez? Dios le da un plan, una estrategia. Si le damos la prioridad a Él, nos dará el plan correcto y exacto para tener la victoria, en cualquier situación difícil que tengamos. Dios le dio el plan y lo hermoso es que Él dice: “yo iré por delante”. A veces le quitamos ese lugar a Dios, nos creemos más grandes, más poderosos, pero él tiene un plan. Dejemos que él vaya por delante y pelee nuestra batalla; por supuesto, a nosotros nos toca una parte, ser obedientes, si David no hubiera sido obediente, no hubiera tenido la victoria. David consultó primero al Señor, porque Él era su prioridad. Si nosotros logramos que Él sea el número uno, vamos a llegar muy lejos y las señales nos seguirán más rápido. Ya no luchemos con nuestras propias fuerzas, sino consultémosle al Señor.

 

Salmo 42:1-2: “Así como un venado sediento desea el agua de un arroyo, así también yo, Dios mío, busco estar cerca de ti. Tú eres el Dios de la vida y anhelo estar contigo, quiero ir a tu templo y cara a cara, adorarte solo a ti.”

 

Para ver las señales y cosas maravillosas, no basta con querer o desear, pero si anhelo ver manifiesto el poder de Dios, será muy diferente.

 

Hace ocho meses, llegó a mi oficina una niña con su piel amarilla y con insuficiencia renal, los doctores le habían dicho que la única solución era que su mamá le donara un riñón, pero existía el riesgo de que ambas murieran. Llegaron a pedir oración, porque no querían morir, porque la solución era incierta. Son situaciones difíciles. Les dijimos que Dios puede hacer el milagro. Las operaron y hace ocho días llegó conmigo, y me dijo: “¿se recuerda de mí?” yo no la recordaba. Tenía un semblante totalmente diferente, resplandeciente, sano. “¡Mire cómo me miro! ¡Esto sólo lo pudo hacer Dios! ¡Él estuvo con nosotras en la operación!” Démosle gracias a Dios que estamos disfrutando de que sus señales y prodigios nos siguen. Dios quiere hacer cosas maravillosas con nosotros, usted no tema orar, no importan los problemas, si son difíciles o complicados, siga orando porque Él le contestará maravillosamente.