Bienaventurados los pobres de espíritu

¡Señor, socórreme!

Mateo 15:25 (La Biblia de Las Américas): “Pero acercándose ella, se postró ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme!”

Anote esto: Si no me acerco, si no me postro y no vuelvo a usar la palabra correcta, no puedo esperar una respuesta rápida. Acercarse al Señor significa tener una relación íntima con Él, a diario, estar cerca de Él todos los días, el tiempo que podamos, aún cuando tengamos muchas cosas más que hacer, busquemos el tiempo para estar con Él, pero también con una postura correcta.

Note el nivel de humildad al que estaba llegando esta mujer, pues se acerca, se postra delante de Él y le dice, “Señor, socórreme”. Es como si le dijera “ayúdame, porque hasta aquí llegué, ya no aguanto más”. Aún después que Jesús le dice que Él había sido enviado por las ovejas perdidas de Israel, ella no se rinde. Se postra y le dice “Señor, socórreme”. Tal vez muchos de nosotros estemos en esa situación de desesperanza y fallamos una y otra vez en la misma situación, pero es cuando nos debemos postrar. Y debemos tener cuidado, porque el hecho de que caigamos en el mismo error, puede generar un sentimiento de culpa, que el diablo puede aprovechar muy bien, para que no disfrutemos de las bendiciones que el Señor tiene preparadas para nosotros. Usemos, entonces, las palabras de la mujer cananea: socórreme.

Mateo 15:26 (La Biblia de Las Américas): “Y Él respondió y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perrillos.”

Imagínelo. La mujer cananea estaba en el suelo, postrada, pidiendo socorro, y de nuevo el Señor no la atiende. Y le llama “perrillo”. La mujer cananea probablemente pensó: Lo que me faltaba… ahora me dice “chucho”. El Señor ya le había expuesto su prioridad, rescatar a las ovejas perdidas de Israel. Al principio, mencioné que los judíos trataban a las personas de la región de Tiro y de Sidón, como perros, despreciados, despreciables. Pero Jesús le llama “perrillo”, no “perro”: mientras el perro era despreciado, el perrillo sí era aceptado en casa y comía de las sobras de su amo. Seguramente la mujer cananea pensó: aún tengo oportunidad, porque no me llamó “perro”, sino “perrillo”, es decir, que aún tenía derecho a las migajas.

Mateo 15:27 (La Biblia de Las Américas): “Pero ella dijo: Sí, Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.”

La mujer cananea, nuevamente usa las palabras correctas: Sí, Señor. El mensaje que la mujer le estaba enviado a Jesús era este: una migaja es suficiente para mí, para que mi problema sea resuelto. La Biblia dice en Juan 6:35, que Jesús es el Pan de Vida, y era el Señor que tenía que dar la respuesta, pues Él es vida: el Pan de Vida. Esta mujer jamás se rindió y anheló aunque sea una migaja de ese Pan de Vida, porque sabía que una migaja era suficiente para que su hija quedara libre. Son impresionantes las palabras de la mujer, para dialogar y lograr lo que quería.

Mateo 15:28 (La Biblia de Las Américas): “Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh, mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y su hija quedó sana desde aquel momento.”

Jesús quedó impresionado. Él nunca se expresó con esas palabras de ningún judío; impactado, el Señor le dice: Oh, mujer. Luchemos porque el Señor se exprese así de nosotros, impresionémoslo. Recuerdo que hace cerca de dos años, en una noche de insomnio, yo le decía al Señor sobre las cosas que habíamos alcanzado en el ministerio; una noche, Él me preguntó: ¿Qué más vas a hacer para impresionarme? Yo no tuve respuesta en ese momento, porque según yo, con el trabajo realizado tenía contento al Señor y así quería continuar, pero Él me dijo, en otras palabras: Lo que has hecho, está bien, es parte de tu recorrido, del trabajo para el que te llamé.

Todos los días podemos impresionar a Dios, pero depende de la fe con la que nos levantemos todos los días, con la confianza puesta en Él, totalmente.

Hace unos días, a mi hija le pasó algo en el colegio. Uno de sus profesores, un intelectual, les escribió un poema, y después les preguntó: ¿cuántas palabras, de las que están escritas en el poema, no entendieron? Los estudiantes empezaron a responder: ocho, nueve, cinco… pero mi hija le responde: una. Y el profesor se burló de ella: No sea creída, ni yo. Pero el profesor sacó el poema basado en los Salmos, y mi hija le dijo: Yo lo entendí, porque el poema tiene muchas palabras de la Biblia. Confiemos en el Señor; tal vez al principio nos humillen, pero Él nos bendecirá y respaldará, porque estaremos haciendo bien las cosas.

Notemos que Jesús le dijo a la mujer cananea: Que suceda como deseas. No le dijo que esperara ni nada parecido, sino “que suceda como deseas”. El deseo estaba expuesto desde el principio: la liberación de la hija de la mujer. Y Él le concede el deseo de su corazón. Las palabras, la humillación, los desprecios, valieron la pena. Hagámoslo nosotros también y veremos el poder y la mano de Dios en nuestra vida, dentro de la perfecta voluntad de Dios.