Muchas veces, Dios ha dicho que te va a bendecir y ha dictado muchas promesas, pero no las conocemos, porque no leemos Su Palabra. Allí está descrita cada una de las cosas que hará con nosotros, lo que ha prometido lo cumplirá y no descansará hasta verlo hecho realidad en nosotros. Ahora, tenemos que tomar fe, acción y volvernos a la fuente verdadera que es en Cristo Jesús y llenarnos y beber, para que nos levantemos y seamos bendecidos. Eso es lo que Dios quiere. El Señor dice que ha venido a esta tierra para que seamos felices, para que tengamos vida y una vida en abundancia, no una vida atada a las circunstancias que no permiten avanzar; Dios quiere que vivas una vida plena, una vida que tú puedas amar a los demás, que puedas ser vínculo y bendición para muchas personas, pero debes beber de la fuente, y mis amadas madres que hoy nos acompañan, les digo: si quieren hijos que crean y tengan fe para derribar muros, avanzar y caminar en visión, tenemos que estar llenas de promesas y palabras de fe en Cristo Jesús, enseñarles a nuestros hijos a beber de esa agua en abundancia. Tu agua es Cristo, la fe la basamos en el Señor, Dios te va a proveer, a bendecir, a levantar.
A veces, alrededor de nosotros hay circunstancias difíciles que nosotros, que lo que menos salen, son palabras de bendición, por eso debemos estar llenos de esa fuente inagotable. Mi esposo decía: “Nadie sale de la casa sin darse un beso” porque todos mis hijos tienen que darle un beso a su papá; cuando se bajan del carro, si vamos contentos, o como sea, las palabras que salen de mi boca son “te bendigo y que te vaya bien, te veo al mediodía, porque regresarás con bendición, te amo, mi amor” así les digo a mis hijos. Es un lenguaje de fe, de promesa, un lenguaje a través del cual sabemos que Dios está con nosotros. Yo tengo a mi hija mediana, que me lleva a galope en la fe. Ella me dice, “mamá, el día que yo me vaya de viaje, ¿se van a ir mi papi y tú?” yo le contesto que los dos y ella sigue preguntando por sus hermanos, o hace preguntas de otras cosas, y yo le respondo con fe, porque yo tengo las promesas de Dios y la mejor herencia que yo como madre puedo dejarle a mis hijos, es que crean en un Dios que verdaderamente responde y bendice y nos ama con amor inmenso e incondicional. Dios les ama a ustedes, a mí, a cada uno por nombre, y a veces el enemigo nos lanza dardos de que somos indignos y que no merecemos la bendición ni de la gloria de Dios, indignos de levantar nuestras manos, de poder recibir algo de bendición para nosotros como un cariño, un abrazo, un aprecio… todo es que volvamos a la fuente y empecemos a beber del agua que limpia y restaura corazones.
Dios te ama y está allí, donde estemos nosotros, Él nos está esperando. Cuando mi esposo se enfermó, fuimos con un doctor a quien él escogió. Ustedes saben todo lo que cuesta para que un hombre vaya con el doctor. Entramos, lo evaluaron y le dijeron de la posibilidad de estar enfermo del apéndice y que había que operarlo, pero el doctor le dijo que primero debían hacerle un examen para terminar de comprobar si ese era o no el diagnóstico. Mientras tanto, mi esposo estaba amarillo, con dolor, con ojeras, pero él todavía quería que el examen comprobara que no estaba enfermo. Nos pidieron que esperáramos una hora. Yo estaba sentada en la sala y pensé: “no me siento contenta con la operación”. Ustedes saben cuán difícil es hacer cambiar de decisión a los varones, y lo más difícil es llevar uno la carga, llamé a mi suegra, le avisé, pero le dije que yo no quería que este doctor lo operara; ella me respondió que hiciera conforme sintiera mi corazón, pendiente del aviso. Yo le pedí ayuda a Dios, y Él contestó, pues un doctor de confianza, que no atiende sábado, pero lo localizaron y nos atendió. Cuando llegó el momento de la operación, oramos, me despedí y entró a la sala de operaciones. Dios me dijo que venía una prueba dura para mi corazón, pero me prometió estar conmigo, sostenerme, yo estaba solita con mi esposo, en ese momento no estaba la familia, pero Él me dijo que hay una gran promesa y yo sentía que no era sólo el apéndice. Después de dos horas con quince minutos, una enfermera salió y me llamó para que entrara a la sala de operaciones, entré y el doctor me dijo la situación tan delicada en que estaba mi esposo. “¡Cómo no se te murió!” -me dijo- “hace veinticuatro horas su apéndice reventó, nadie vive después de ese tiempo, ¡cómo lo trajiste así!”. Yo sólo veía, pero en cada momento y en cada paso, sentí el respaldo de Dios en todo lo que estábamos haciendo, porque aún no se han cumplido las cosas que Él prometió que, como pareja, nos va a dar. Aún falta mucho por ver y sé que el tiempo que falta, el Señor velará por nosotros y nos va a bendecir, porque no hemos escatimado en confiar en Dios, caminando en fe sobre sus promesas, porque queremos generaciones benditas que crean en el Dios en quien nosotros hemos creído, pues Él no nos va a fallar ni faltar, será de testimonio a muchas generaciones de que tuvieron abuelos y bisabuelos que confiaron en un Dios Todopoderoso y alcanzaron sus promesas, porque Dios fue fiel con ellos. Eso es lo que Dios anhela de nosotros.
En Isaías, la Palabra de Dios dice: “Acordaos de las cosas del pasado, que son desde la antigüedad, porque yo soy Dios y no hay otro, yo soy Dios y no hay nadie semejante a mí”. Las promesas están allí, yo decido si quiero seguir esos planes o no, es mi decisión. Lo que Dios ha diseñado para usted, lo ha diseñado con tiempo y lo ha diseñado perfecto. Es a usted a quien le corresponde decidir si lo recibe o no, en su corazón. Yo tomo la decisión de si acepto o no, las promesas de Dios.
Mateo 5:37: “Si van a hacer algo, digan que sí, y si no lo van a hacer, digan que no, todo lo que digan de más, viene del diablo”. Debemos confiar en lo que el Señor dice que hará en nuestra vida. ¿Por qué cuando recibimos una palabra, tenemos una actitud de que esta vez, sí cambiaremos, confiaremos viviremos en Su palabra y la recibiremos? Empezamos a caminar y cuestionamos el tiempo de Dios, que seguramente se le olvidó, o tal vez no era para usted, o que aún no ha contestado… El Señor habló hoy y las dos profecías que el Señor dio, tenían relación con el mensaje de hoy. Pero, ¿será para mí? Yo decido si la recibo y le creo al Señor, seamos firmes y que nuestro sí, sea sí, y que nuestro no, sea no, porque el “tal vez”, no viene de Dios. Es necesario decirle al Señor que caminaremos en fe, lo haremos y lo sostendremos, debemos permanecer y creer en que Dios cumplirá.
Romanos 4:19-21: “Y sin debilitarse en la fe, contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto, puesto que tenía como cien años y la esterilidad de la matriz de Sara; sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios. Y estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también, para cumplirlo.” Dios es poderoso para cumplir lo que nos ha prometido.
Hay cosas que le hemos pedido a Dios, y serán respondidas, conforme nuestra fe vaya siendo desarrollada. A mí me gusta esa porción que dice: “a cada uno nos es dada una porción de fe, vayan y háganla crecer”. Hay personas que creen que las porciones de fe que el Señor nos ha dado, son desiguales, a unos más que a otros, pero no, a todos nos ha dado la misma medida, pero depende de cada uno desarrollarla y hacerla crecer. Su fe en el Señor es lo más valioso que tiene su corazón, porque tenemos su amor incondicional a nuestras vidas y una medida de fe, que podemos creer en poder recibir aún más de Él. Yo acepto vivir de las promesas de Dios y caminar en fe, porque conforme yo avance, van a avanzar los que están conmigo, y ellos vivirán la gloria de Dios.
El último versículo de Eclesiastés dice: “Puede terminar ese libro diciendo que ya todo está dicho, todo lo que debemos hacer es alabarle a Dios y obedecerlo.” ¿Cómo se agrada al Señor? Sabiendo que Él cumplirá sus promesas, creyendo en lo que Él ha dicho que haría y viviéndolo conforme a Su voluntad en mi vida, es lo que el Señor me ha llamado a hacer, obedecer en todo lo que Él está haciendo. Alguien tal vez diga que en su casa hay situaciones y problemas y las cosas no cambian, reciba la promesa de “cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”, sostente en Dios; o tal vez en su casa haya escasez, la Palabra de Dios dice: “no he visto justo desamparado, ni su simiente que mendigue pan”, porque planes de bien ha diseñado el Señor para la vida de cada uno, una función que desempeñar en esta tierra, así como los planes que tiene para nuestros hijos. Después del Señor, nosotros somos el vínculo entre Dios y nuestros hijos para que ellos alcancen lo que Dios ha dicho que hará en sus vidas.
¡Qué lindo regresar a casa, agradecido con el Señor y convencido de que las promesas son para gozarlas en esta tierra! ¿Y si supiéramos que en tal lugar, hay un regalo que tenían desde hace tiempo destinado y aún no lo hemos ido a recoger? Seguramente, no dudamos en conseguirlo. Eso es lo que Dios ha hecho, tiene grandes promesas para nosotros, pero tal vez la circunstancia, la situación, o todo lo que hemos vivido, no nos ha dado el ánimo de tomar aquello que ya nos dijeron que es para nosotros.
Ya está listo, ya está dado, ya está decretado. Lo único que debo hacer es creer y aceptarlo, recibirlo. No estamos solos –aunque el enemigo diga lo contrario- Agar no estaba sola. El Dios que todo lo ve, oyó su llanto y vio sus lágrimas, conforme a lo que su corazón tenía. Entonces, debo acercarme al Padre con toda sinceridad.
Con la enfermedad de su esposo, el Señor respondió. Hubo provisión para sus medicinas, para la cuenta, para todo… después de la operación, a mi esposo le dio dengue, pero nos arrodillamos y el Señor lo sanó, pues el dengue se fue de un día para otro. Y después, mi esposo me dijo que él le pidió a Dios que lo rejuveneciera y, efectivamente, se veía más joven; yo pensé: “¡Señor, qué proceso! Diez años menos” Vienen tiempos mejores para la mi casa, para la iglesia y para los que estamos caminando en Cristo Jesús, porque sus promesas son para nuestras vidas. No permita que nadie le quite su fe, sino desarróllela para que sea poderosa. Si usted como madre, está atravesando una circunstancia difícil con sus hijos, es de clamarle al Señor y Él responderá a su clamor, a lo que le ponga delante de Él, porque usted es su hija, ha sido escogida y llamada y tiene un Dios que la justifica, que dio su vida para que usted sea bendita y salga adelante y vea la gloria de Dios en su casa. Esperanza contra esperanza. Abraham vio su promesa, Agar vio su promesa, y todo lo que está en la Biblia se ha cumplido hasta hoy, mas el amor de Dios en sus vidas, está por seguirse cumpliendo y desarrollarse en cada uno.