El sueño de Dios es que vivamos en santidad, que lo conozcamos a Él, y entremos en una perfecta obediencia.
Una de las cosas más difíciles para los seres humanos, es ser obediente. Los que tenemos la bendición de ser papás, nos damos cuenta que a veces, los hijos no nos hacen caso y pensamos “es que me saca de mis casillas”; a veces un hijo más que otro. Hoy quiero leerle algo sobre un papá y un hijo, que practicaban cien por ciento la obediencia.
Génesis 22:1 (BLS): “Algunos años después, Dios quiso ver si Abraham lo obedecía, así que lo llamó y le dijo: Abraham, quiero que me ofrezcas como sacrificio a Isaac, tu único hijo, a quien tanto amas. Llévalo a la región de Moria, al cerro que te voy a enseñar”
¡Qué interesante! La Biblia dice: “Dios quiso ver”. Para Dios es importante la obediencia. Cuando el Señor te hable, sé obediente, muchos problemas son consecuencia de la desobediencia.
Note que en el versículo, las instrucciones de Dios para Abraham fueron:
a. Ofrecer en sacrificio a su hijo Isaac. Quiero ilustrarle lo que mentalmente significaban las palabras de Dios en la cabeza de Abraham ante esa solicitud: Esa clase de sacrificios los hacían otros pueblos, para sus dioses; por otro lado, Dios le había prometido a Abraham muchas generaciones, descendientes incontables y ahora, le estaba pidiendo que ofreciera en sacrificio a su hijo, como la gente de los otros pueblos, y además, su único hijo, a quien tanto amaba. Probablemente Abraham tuvo que batallar con ello en su corazón.b. Ofrecer a su único hijo, a quien tanto amaba. Hay cosas que nosotros mantenemos únicas y que amamos sobremanera, pero en determinado momento, Dios nos las puede pedir, porque según la lectura, Dios quería saber qué tan obediente era Abraham.
Por ejemplo: Probablemente hoy, usted esté bien, tiene salud, solvencia laboral, estabilidad familiar, usted está completamente bendecido; de repente Dios, audible y directamente, le pide su carro del año, ese que a usted le costó tanto comprar, vende el derecho de llave de tu negocio, porque ahora te dedicarás a esto y lo otro. ¿Cuántos podríamos desprendernos de las cosas y ser obedientes? Les hablo de algo material, pero para los que tenemos hijos, es aún más difícil. Si el Señor me dijera: “Tráeme a Rubencito, tu único varón, y lo vas a poner en un altar, preparar el lugar, porque quiero a tu hijo”. Quiero llevarlo a entender el nivel de obediencia que el Señor quiere para nosotros.
Si Dios te pide algo, dáselo, Él sabe por qué te lo pide y al final, será para tu bendición.
Abraham había sido fiel y el Señor decidió probarlo, para ver cuánto confiaba en Él; le pide lo que más amaba: su único hijo. El nivel de obediencia con el que se agrada a Dios, es aquel en el que nosotros podemos entregar cualquier cosa, con tal de agradarlo.
A veces nos pide cosas tan pequeñas… En una ocasión, estaba en un retiro y yo llevaba dentro de mi billetera, doscientos quetzales. Un muchacho se sentó a mi lado, éste entraba cada quince días o cada mes a la cárcel y cuando se reunió con sus amigos en el retiro, todos le llamaban por los sobrenombres que usaban, le preguntaban cuándo había salido. Coincidimos en la misma habitación y el día en que se trató una temática sobre la ofrenda, yo lo veía llorar con mucho sentimiento, yo me preguntaba por qué; cuando le pregunté, me respondió “es que hoy, que ya entendí todo esto, hoy que quiero obedecer esto que me acaban de explicar, ¡no tengo ni un centavo para darle a Dios!”. Inmediatamente escuché la voz del Señor que me dijo: Dale la mitad de lo que tienes en tu billetera. La primera vez, lo ignoré; volví mi vista al muchacho y escuché nuevamente: Dale la mitad de lo que tienes en tu billetera. En esta ocasión, asentí, recordándole al Señor que era lo único que yo tenía, que debía hacer pagos y compras de cosas pendientes. Obedecí. Tomé cien quetzales y le dije al muchaco: “Tomá, no me preguntés nada, sólo tomalo y ofrendale a Dios”. Les cuento esto porque, para muchos, cien quetzales no representan una cantidad considerable, para otros, es mucho dinero, pero para el joven, fue una respuesta de Dios, porque pudo hacer lo que quería hacer en obediencia. Yo fui obediente, compartí y le di el dinero al joven. Cuando volví, yo no sabía que me esperaban con una cena y con una bendición en un sobre. Aún hoy me sorprendo, porque a veces desobedecemos al Señor con cosas pequeñas y nos perdemos de las grandes bendiciones que Él tiene preparadas para nosotros. Yo le pedí al Señor que me ayudara a ser obediente, con una obediencia al nivel que logró alcanzar Abraham.
Hemos oído de nuestro Señor Jesucristo, que se humilló y fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Pero quise compartirles esta porción de la Biblia, para mostrarles hasta dónde llegaba el poder de la obediencia de Abraham, hasta dónde nosotros podemos ser obedientes y agradar a nuestro Señor.
Usted conoce el resto de la historia: Abraham llega al lugar señalado, prepara el altar, prepara al muchacho. Los historiadores dicen que el joven, tenía por lo menos veinticinco años, edad suficiente como para oponerse a ser el sacrificio. Hay dos hombres súper obedientes en esta historia, uno, atento a la voz de Dios, el otro, atento a la voz de su padre, a pesar de ser él quien sería sacrificado. Es un muy buen ejemplo de relación y obediencia entre padres de hijos, que nosotros podríamos imitar. La historia continúa, Abraham levanta el cuchillo para sacrificar a su hijo, y en el verso 12, leemos:
Génesis 22:12 (BLS): “y Dios le dijo: No le hagas daño al niño. Estoy convencido de que me obedeces, pues no te negaste a ofrecerme en sacrificio a tu único hijo.”
Note las palabras del Señor: estoy convencido. ¿Cuál es nuestro trabajo y la capacidad que nosotros tenemos, de convencer a Dios? En el momento en que Abraham iba a poner su mano sobre su hijo, Él lo detuvo y le dijo “estoy convencido”.
Tal vez el Señor nos llevará a situaciones extremas, pero jamás dejemos de obedecerlo, sus mandamientos, sus directrices puestas en su Palabra; seamos muy, muy obedientes. A veces, dios nos envía a algunos lugares que nos hacen dudar de si es realmente Su voluntad: en una ocasión, me encontraba en Costa Rica, fui y un pastor me dio el itinerario, pero además, me dijo que había programada una actividad en una iglesia pequeña en Puntarenas. Inicialmente pensé en el calor del lugar. Cuando llegué a la reunión, había muy pocas personas, cerca de diez; yo creí que había una equivocación con la fecha, pero continué y recuerdo que la mayoría de personas eran jóvenes, líderes, con responsabilidades dentro de la iglesia y estaban sumamente cargados por lo que pasaba en la congregación. Les hablé sobre el privilegio de servir a Dios, de la misericordia que tiene porque le servimos. La mayoría de jóvenes llegaron a esa reunión con el propósito de renunciar al cargo que tenían dentro de la iglesia, pero Dios me llevó para darles una palabra de restauración para que siguieran adelante y el Espíritu Santo se empezó a mover y hubo restauración en sus vidas.
Si obedeces, Dios te sorprenderá muchísimo.
Si queremos alcanzar el sueño número uno en nuestra vida:
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Reconozca al Señor, como único rey.
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Despójese de manera violenta de lo que no sirve, cortar de raíz, en el nombre de Jesús.
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Seamos obedientes.