¿Cómo fabricar los sueños?

1. Piense de una manera diferente Si Dios pone un sueño en nuestra vida, será bueno, grato y perfecto, porque al final, la gloria y la honra de alcanzar nuestro sueño, le corresponde a Dios, para que Su Nombre sea exaltado. Si tenemos un negocio, que la gente reconozca que allí está Dios; si tenemos un ministerio, que se reconozca que Dios está allí.

Si queremos realizar nuestros sueños, tenemos que pensar diferente. En el pasaje que leímos está claro: si sigo pensando en lo mismo, en mis fracasos y decepciones, mi manera de vivir no cambiará; debo empezar a creer y confesar y tener presente las promesas de Dios y todo aquello bueno que hay en la Palabra para mí.

Probablemente, en el transcurso de nuestra vida hemos cometido errores y por esos errores, lo primero que hacemos, es abandonar el sueño o lo que Dios ha planificado para nosotros. Hoy, en el nombre de Jesús, eso tiene que cambiar. Usted que tiene un sueño pero aún no lo ha alcanzado, tome este primer punto: cambie su manera de pensar. El diablo es muy astuto al estar recordando nuestros pecados y errores del pasado, para no dejarnos avanzar; los mantiene presentes, para no dejarnos cumplir el sueño de Dios para nosotros en esta tierra.

Póngase a pensar en esto: Dios le presentó a José lo que pasaría, a través de los dos sueños que tuvo. ¿En qué momento José reprochó del resentimiento de sus hermanos, o de la duda de su padre? En ningún momento. Dios le dio el sueño y José lo creyó. Y no fue fácil, hay un proceso. Pero lo que quiero resaltar es la mentalidad de José. Muchos habrían pensado “es que mi papá no creyó en mí”

Hace doce años, vino un profeta a la Iglesia Monte de Dios. Habíamos muchos líderes y este profeta nos habló y oraba por la gente. En ese tiempo, mi forma de pensar era: “¡Ah! Este es uno de los que hace caer a la gente”. Yo veía que casi ni tocaba a las personas, y éstas caían; yo lo que hacía era estar atento a recibir a la gente que caía, y me hacía el desentendido. De repente, el profeta llegó donde estaba mi esposa y le preguntó por mí, me llamó y me dio la palabra de que yo sería pastor, predicaría a las naciones, pero mi forma de pensar en ese momento era: “Debo terminar la universidad, estoy trabajando duro, porque quiero muchas cosas”. En el momento en que la palabra vino a mi vida, mi pensamiento era otro y no le estaba creyendo a Dios. Les cuento porque pasa en nuestra vida. Pasaron diez años para que yo empezara a realizar el sueño que Dios me habló.

Si Dios ya te reveló el sueño para tu vida, deja de estar pensando en los errores o pecados cometidos. No somos perfectos, nos equivocamos, cometemos errores, pero eso no quiere decir que no cumplamos con el sueño que Dios ha tenido para nuestra vida. Si logramos realizarlo, será  de bendición para muchos. Un sueño siempre traerá bendición. Hoy, después de doce años, estamos desarrollando el sueño que Dios me dio, le estamos creyendo, y es cierto, probablemente a lo largo de doce años cometí muchos errores, pero no me voy a estar recordando de eso,  mejor le creo al Señor por todo lo que tengo por delante, porque la visión que Él sembró en mi corazón, lo vamos a desarrollar y hacer bien, para la gloria de Dios.

Cuantas veces hayamos caído, debemos levantarnos y seguir adelante. Cuando dejamos de realizar el sueño que Dios tiene para nosotros, estamos dejando de ser bendición para mucha gente. Dios nos envía a hacer cosas grandes, gloriosas, a pensar en grande. Imagínese el sueño que el Señor le dio a José, le dijo que gobernaría sobre sus hermanos. Todo sueño puesto por Dios en nuestro corazón, va a traer bendición. No lo dejemos dormido, es tiempo de retomarlo, cambiemos nuestra forma de pensar; vendrán personas que le dirán que no se puede, que no es el momento, pero la primera voz que debemos oír, es la de Dios, que nos dice “ya es tiempo de realizarlo, de emprenderlo, es el tiempo de ser mayor bendición”.

Ya que seamos músicos, profesionales, lo que seamos, si Dios ya puso el sueño, te respaldará, en el nombre de Jesús, así es. Hasta hoy, Él nos ha respaldado. Todo lo que Dios pone en tu corazón, los respaldará, porque no es con nuestra fuerza, sino con su Espíritu, con la entrega que tengamos a Él, con cuánto le creemos a Él.

Cambiemos nuestra manera de pensar, sin importar lo que los demás nos digan, tal vez nuestros familiares, si Dios ya nos dijo que lo haría, vamos para adelante.

Juan Wesley viajó más de cuatrocientos mil kilómetros, a lomo de caballo, haciendo un promedio de treinta y dos kilómetros diarios, durante cuarenta años. Predicó cuarenta mil sermones, más de doscientas obras que escribió o en cuya edición ayudó, entre libros, folletos, himnos, sermones, etc. Aprendió bien, diez idiomas; a los ochenta y tres años se sintió molesto porque no podía escribir más de una hora por día, sin perjudicar su vista; a los ochenta y seis años, se avergonzó por no poder predicar diariamente, más de dos veces. Poco después se quejó en su diario, que sentía cada vez mayormente la tendencia a quedarse acostado en su cama, hasta las cinco horas con treinta minutos de la mañana.

Cuando leemos historias como la de este varón, todo lo que hacía y se esforzaba, entro al segundo punto: