¿Cómo fabricar los sueños?

2. Trabaje duro por Él. Trabajar duro, lleva muchas cosas implícitas: hay que enfocarse, poner atención, saber hacia dónde dirigirse, planificar, organizar, trabajar muchas horas diarias, desvelarse. Cuando nosotros empezamos con el proyecto de la iglesia, había veces que salíamos de la oficina, o de la casa de Jaime, el diseñador, alrededor de la media noche o una de la mañana. Él solía preguntarme si yo estaba cansado, pero seguíamos trabajando duro, porque sabíamos que el tiempo de realizar el sueño, ya había llegado. No había horario.

Muchas de las cosas que hemos alcanzado, ha sido con trabajo duro. Dios siempre pondrá un sueño, en una persona a la que le gusta trabajar, no en un perezoso. Vea esto: José, David y Moisés, se encontraban trabajando, todos estaban cuidando ovejas cuando el Señor los llamó, estaban trabajando fuerte. Si nosotros trabajamos fuerte, lograremos que los sueños se realicen más rápido.

Eclesiastés 3:12: “Mientras tengamos vida, hagamos lo bueno y pasémosla bien. El comer y el beber, y el disfrutar del fruto de tanto trabajo, es algo que Dios nos permite…” Otras versiones dicen “es un don de Dios, el trabajar duro”.

Si usted quiere vivir diferente, tendrá que dejar de pensar en horarios de seis u ocho horas, hay que trabajar más duro y esforzarse más. Hay un proverbio, que en la versión de lenguaje actual dice: “dime cuánto trabajas, y te diré si comes como rey” Hay que disfrutar de la vida y del fruto de tanto trabajo, porque trabajar tanto es un regalo de Dios. Yo lo entiendo de esta manera: estamos sanos, somos inteligentes, entonces ¿por qué no vamos a trabajar duro?

La pereza. Tal vez no hemos alcanzado nuestros sueños, por pura pereza, porque somos sanos, sabios, y tenemos el tiempo. La pereza es uno de los grandes matadores de sueños. Y es triste. Veamos que José recibió su sueño a los diecisiete años. Pero si usted les pregunta a los jóvenes, a los diecisiete años, lo que tienen es sueño… y llegan a treinta y aún tienen sueño. Y es que es muy gratificante dormir, pero nos merecemos un descanso, cuando ya nos hemos esforzado, porque no podríamos descansar sobre el descanso.

Me gustó la biografía de Juan Wesley, que al llegar a más de ochenta años, se preocupaba porque se levantaba “hasta las cinco y media de la mañana”. Si usted le pide a un joven que se levante a esa hora, se molesta, se sorprende… si queremos ver realizados nuestros sueños, hay que trabajar duro. Eso sí: coma bien, duerma lo mejor que pueda, y las horas que esté activo, trabaje fuerte y esfuércese. Ya no pensemos en seis y ocho horas.

Hace años, cuando salí del diversificado, recuerdo que mi primer salario eran quinientos catorce quetzales con cincuenta centavos. Mi primera plaza fue en el Estado, como Técnico I, y cuando veía el cheque, me sorprendía de la gran cantidad de dinero, de que disponía para mí. Después me di cuenta que no era tanto… cuando llegué a ese departamento, mi trabajo era hacer diseños, dibujar, pero el primer día que llegué, me dieron mi primera tarea: un plano de curvas de nivel. “Tomate tu tiempo”, me dijo el encargado. Aprendí, hice los cálculos, empecé a dibujar y al día siguiente, ya había terminado mi trabajo. La persona que tenía a mi lado, sorprendido, me preguntó: “y a vos, ¿qué te pasa?” yo le respondí que ya había terminado y lo iba a entregar. “¡No! Eso hay que entregarlo la otra semana” yo me sorprendí, “¿cómo que la otra semana, si yo ya terminé?” él me mostró un plano que le había sido asignado, en el que llevaba diez días trabajando. ¡Diez días! En esta persona no había mucha productividad, pero sí mucha pereza. Me pidió que no entregara mi trabajo, porque “los perjudicaría”. Yo había terminado mi tarea de un día para el otro, porque creí que era el tiempo justo, ese tiempo fue el que me tomó hacer el plano, pero mi vecino me decía “estás loco, eso no se hace”. ¿Dónde estaba el esfuerzo? Yo me esforcé y lo hice, él no se esforzaba en nada. Muchas veces manejamos nuestra vida así: hay cosas que podemos hacer en horas, y nos pasamos semanas haciéndolas; o que podemos hacer ya, pero nos la pasamos esperando. No, tenemos que cambiar nuestra forma de pensar y de trabajar. Hay que trabajar duro, esforzarse. A mí me felicitaron porque entregué pronto el plano; a los otros, les caí mal, porque ellos querían que lo entregara hasta la semana siguiente. En el Señor, cuando Dios ya puso un sueño, debemos hacerlo rápido, trabajar fuerte para que se materialice y los propósitos de Dios se lleven a cabo y Él sea glorificado.

Dios jamás dará un sueño a los perezosos, sino se los dará a gente trabajadora y dispuesta a esforzarse, para que la obra de Dios se realice.

Leemos en Apocalipsis, cuando se les habla a las iglesias, en el capítulo 2:2, se resalta el trabajo (DHH96): “Yo sé todo lo que haces; conozco tu duro trabajo y tu constancia, y sé que no puedes soportar a los malos…” El duro trabajo y la constancia ayudarán a alcanzar los sueños, porque no servirá que un corto período trabajemos duro y luego ya no, porque todo el tiempo que ganamos allí, lo perdimos por no ser constantes.

Hay una historia muy bonita que leía sobre un soldado que fue a la guerra. Un día le dispararon y estaba por morir, un capellán se le acercó y le preguntó cuáles eran sus últimos deseos o palabras. El soldado le dijo: “dígale a mi mamá que cuando me reciba, tenga la certeza que morí totalmente feliz, porque morí haciendo la tarea por la cual vine”. El capellán insistió: “¿alguna otra cosa?”; el soldado respondió: “avísele a mi maestra de la escuela dominical, que hasta el último día, trabajé, me esforcé y le creí a mi Señor Jesucristo; por eso también voy a morir muy feliz”. El capellán da el mensaje a la mamá del soldado y luego va con la maestra de escuela dominical. Al oír al capellán, rompe en llanto, no sólo porque el soldado había muerto, sino porque hacía un mes, había renunciado a su privilegio como maestra de escuela dominical, porque estaba cansada, aburrida y decepcionada. Al recibir la noticia del soldado que le agradecía, se sintió arrepentida de esa decisión.

Muchas veces podemos atravesar situaciones similares; en ocasiones, los sueños que da Dios, son tan grandes, que vendrá un tiempo de cansancio y agotamiento, pero no para que abandonemos el sueño, sino para que sigamos pidiéndole fuerzas y energía para continuar. Esta maestra se arrepintió, porque no estaba consciente del gran trabajo que Dios la había mandado a hacer.

Esto funciona tanto en el ámbito espiritual, como en el secular: hagamos nuestro trabajo con excelencia, trabajemos duro, y no nos cansemos de servir a Dios con todo nuestro corazón.

Isaías 41:10 (NVI): “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa.”