Se un padre famoso

1. Sé un padre que tenga herencia para dar. El hijo sabía que su padre tenía algo para dar. Nosotros podemos heredar buenas actitudes, buenas palabras, buenos principios; tener algo para heredar no se limita a los bienes que podamos darle a nuestros hijos. Siempre debemos dejarles algo a nuestros hijos.

Sus hijos lo ven en su actuar diario; es necesario actuar de la manera correcta al corregir, porque todo ello se siembra en ello. Debemos esforzarnos por heredar a nuestros hijos, cosas positivas, más aún, si estamos caminando en el temor de Dios.

Como hijos de Dios, podemos heredar muchas cosas a nuestros hijos: cosas materiales, un oficio, pero sobre todo, el temor a Dios y creer en Su Palabra. Nosotros no podemos decir que estamos caminando en el evangelio, que le estamos creyendo a Dios, si nuestros hijos no lo ven; debemos demostrarles a nuestros hijos que Dios está con nosotros, nunca es tarde para ello. No pongamos por excusa que nuestros padres no nos heredaron esas cosas, porque ahora tenemos oportunidad de aprender, tomarlo y enseñarlo a nuestros hijos.

Proverbios 22:6 (DHH): “Dale buena educación al niño de hoy, y el viejo de mañana jamás la abandonará.”

Note que no está diciendo que depende de la época en que estamos, ni lo difícil de la situación, sino “al niño de hoy”. Nosotros podemos heredar esa buena educación; cuando dice “el viejo de mañana”, se refiere a que si enseñamos bien a nuestros hijos,  temerle a Dios, a respetar la Palabra y sus principios, lo más seguro, es que tendrán larga vida, vivirán mucho tiempo, serán personas de éxito, porque les enseñamos, vieron en nosotros que le temíamos a Dios.

Hay muchas personas que le temen más a una persona de una generación adelante, como al papá, abuelo o bisabuelo, que al mismo Señor. Cuando hacen algo malo, están más preocupados que no se dé cuenta alguno de ellos, que Dios. Debemos enseñarles a nuestros hijos que Dios está en todo momento, en todo lugar, y que deben honrar esa presencia y eso, nadie se los arrebatará, porque tendrán presente lo que se les enseñó, por lo que cuidarán y respetarán su forma de pensar.

Desde joven, mis papás me insistían en que fuéramos a la iglesia, siendo sincero, me enojaba mucho que me insistieran tanto; a veces, mi papá regresaba del trabajo muy cansado y yo pensaba “ojalá venga tarde, para que no nos de tiempo de ir a la iglesia”. Llegaba tarde y tanto mi papá como mi mamá, decían que, aunque fuera tarde, íbamos a la iglesia. Yo les agradezco a ambos, porque he podido disfrutar de mi vida, le he temido a Dios, actualmente no me insisten en que vayamos a la iglesia, pues ven el fruto de lo que ellos hicieron en mi vida durante años, y seguramente lo verán en el resto de la familia.

No nos cansemos de instruir bien a nuestros hijos, porque es una de las mejores herencias que podemos dejarles.

Deuteronomio 6:1-9 (BLS): “Estas son las leyes que nuestro Dios me ordenó enseñarles, para que las cumplan en la tierra que están por ocupar. Si obedecen a Dios y lo adoran tal como les he enseñado, llegarán a ser un pueblo muy grande. Disfrutarán de esta tierra, tal como nuestro Dios se lo prometió a nuestros antepasados. ¡Es tan fértil que siempre hay abundancia de alimentos! ¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales. Apréndete de memoria todas las enseñanzas que hoy te he dado, y repítelas a tus hijos a todas horas y en todo lugar: cuando estés en tu casa o en el camino, y cuando te levantes o cuando te acuestes. Escríbelas en tiras de cuero y átalas a tu brazo, y cuélgalas en tu frente. Escríbelas en la puerta de tu casa y en los portones de tu ciudad.”

El punto es aprender de memoria las enseñanzas. Como padres, si queremos heredar, tenemos que tener algo; lo que debemos hacer es memorizar esos principios bíblicos y luego compartirlos. Es una instrucción clara, pues debemos memorizar su palabra y estarla recordando a cada momento. Hoy en la mañana, me pasó algo “coincidentemente”: nunca nos había pasado, pero vino mi hijo, Rubén Josué y mordió a mi hija, ya estábamos en el carro cuando ella se quejó. Cuando le pregunté por qué la había mordido, respondió “porque me dijo feo”. Si esto hubiera sucedido en otro tiempo, diez o quince años atrás, hubiera tomado a mi hijo de la oreja, lo bajo del carro y le hubiera pegado, pero ahora, le pregunté, probablemente pensó que yo lo lastimaría, y a punto de llorar, me dice “mordí a la Chechu, porque me dijo feo”. Yo le dije que no era perrito para estar mordiendo, y que no se muerde a los demás, y le dije que abrazara a su hermana y le pidiera perdón. Él se lanzó hacia ella, la abrazó y la besó mucho, diciéndole “perdóname, perdóname, perdóname”. Me sentí muy bien, porque creo una de las mejores cosas que podemos heredar a nuestros hijos: instrucciones claras y amor. Yo no le dije a mi hija que se vengara de Rubén Josué, sino les enseñé a que se tienen que amar.