Se un padre famoso

 

3. Sé un padre confiable. Lucas 15:18: “Volveré a mi casa, y a penas llegue, le diré a mi padre que me he portado muy mal con Dios y con él. Le diré que no merezco ser su hijo, pero que me dé empleo, y que me trate como a cualquiera de sus trabajadores”.

Cuando el hijo pródigo regresó, estaba arrepentido y sabía que lo tendría todo en su casa, pero dice “voy a regresar a mi casa y voy a ir a mi padre y le voy a decir dos cosas: lo mal que me he portado con Dios y lo mal que me he portado con él”. Con Dios, porque se fue de su casa antes de tiempo y pidió su herencia en el tiempo que no era correcto; con el padre, porque había malgastado su herencia. Si usted fuera el papá del muchacho y le hubiera dado todo lo que con tanto esfuerzo ganó y el hijo regresa y le pide perdón, ¿qué haría?

Lo interesante es lo siguiente: un hijo llega a casa, y debe encontrar un padre confiable, porque nadie regresará ni se acercará con el padre, si no le tiene confianza. ¿Cómo hubiéramos reaccionado nosotros?

Es necesario que les tengamos confianza a nuestros hijos. Cuando, esta mañana, le pregunté a mi hijo por qué había mordido a su hermana, él me lo dijo; hay muchos padres que les preguntan a sus hijos, pero éstos, por temor, se quedan callados, los padres insisten con golpes, y ellos continúan en silencio, porque no confían.

Lo que nos lleva a ser padres muy confiables, es la sabiduría que tengamos en nuestro corazón, sabiduría, la aplicación del conocimiento bíblico que Dios le ha dado, en el momento correcto. Pidámosle a Dios ser sabios. Todos tendremos familia, pero mientras vengan nuestros hijos, algo que nos hará personas muy confiables, es que le hablemos no conforme a nuestros intereses ni lo que queremos hoy, sino conforme a lo que Dios quiere para ellos. Muchas veces me han preguntado ¿qué harás cuando tu hija te diga: “te presento a mi novio”? Yo respondí que llegará el tiempo en que lo tengo que aceptar, pero debo instruirla, que vea cuán temeroso de Dios es, no basándome en su estabilidad económica ni cosas materiales, sino en lo que el Señor tiene para mis hijas, debo pedirle a Dios que las parejas que mis hijas y mi hijo tengan, a su tiempo, sean personas temerosas de Él, debo pedirle que tenga una palabra sabia en mi corazón, en el momento en que se me acerquen y me pregunten, en el momento en que tengan el discernimiento para decirle “está bien, iniciá tu relación, estos son los parámetros”, pero que yo sea la primera persona de confianza que mis hijos encuentren, en casa, antes que en cualquier otro lugar.

Seamos gente confiable, accesible, que nuestros hijos no esperen una respuesta dura o tosca, sino una respuesta sabia, para que se sientan bien en el momento de dar el paso de iniciar una relación o, más adelante, un hogar.

Nuestros hijos deben encontrar en nosotros los padres, a los que puedan allegarse, no importando su problema, su dificultad en la vida, deben de llegar a nosotros y preguntarnos qué pueden hacer. Dios nos ha dado la capacidad de entender y resolver, con la ayuda del Espíritu Santo; hace algún tiempo, hicieron un estudio sobre quince jóvenes que balearon y mataron a sus compañeros estudiantes en distintas escuelas en Estados Unidos de América. Encontraron tres factores comunes, cada uno en un grado porcentual, cada vez más alto, que se repetía en ellos: venían de hogares de drogas, hogares destruidos y con escasez económica. Además, les preguntaron ¿por qué actuaron así, por qué la ira y el deseo de matar? De esos quince muchachos, el noventa por ciento respondió: porque no tuve una figura paterna. No lo tuvieron, y los que sí, no fue buena; probablemente era un padre que los golpeaba, los insultaba, los humillaba, ellos acumularon tanta ira que llegaron al punto de matar.

Si nuestros hijos no encuentran una figura paterna confiable, es un campo fértil para la maldad. El diablo puede aprovechar muy bien esa falencia.